esto no es un crítica
es mi forma de descargar mi odio hacia a Joaquín Furriel
Durante mi
adolescencia sufrí el mismo mal que seguramente sufrieron muchos de los que
están leyendo esto. El mal de que te elijan último cuando armaban equipos en
educación física. Y “elegir” es una forma de decir, porque en realidad no me
elegían, quedaba último y no tenían otra opción que aceptarme en un grupo. Mi en
los partidos era siempre el mismo, me tenía que quedar paradito en algún lugar intentando
no molestar a los demás. Cada tanto corría un poco para que el incompetente del
profesor me viera hacer algo así no me desaprobaba. Me acuerdo que la primera vez que jugué al
fútbol me llegó la pelota a los pies y como vi que otros dos compañeros se
acercaban para sacármela la agarré con la mano. Fue algo instintivo. Casi
animal. Mi cerebro supo que no iba a poder defender el objeto con mi inútiles
pie y le mandó una orden a las manos para que lo protejan. Lógica pura aunque atentaba
contra el reglamento del deporte. Asumo que así se inventó el handball.
En una época
prohibieron el fútbol en eduación física, entonces mi curso (el B) armó un
equipito para jugar en la plaza. Se llamaba “El Fasto” y no sé si por lástima o
por amistad me sumaron. Usábamos unas remeras blancas pintadas de rojo,
amarillo y verde con témperas. Y atrás cada uno se puso el número que quiso. Yo
me pinté el 7, aunque nunca supe en qué posición juega alguien con ese número. Siempre
jugábamos contra el otro curso (el A) muchos más profesionales que nosotros.
Ellos se mandaron a hacer camisetas de fútbol y cada cual tenía el número que
le correspondía a su posición. De haber estado en ese equipo no sé qué número
me hubiese tocado, no sé qué número usa el jugador cuya posición es cualquiera
donde no moleste al resto de los
jugadores. De todas formas siempre
estaba atento al partido esperando el momento de tener una oportunidad para
demostrar mis incuestionables habilidades futbolísticas. Un día llegó ese
momento. Y metí un gol.
Las Grietas de
Jara nos relata la poco interesante historia del poco interesante Joaquín
Furriel, un arquitecto que hace veinte años que trabaja para un estudio que no
lo quiere hacer socio. Un día cae Oscar Martínez (el Jara del título) que es el
dueño de una propiedad con una pared agrietada por culpa de una construcción de
Furriel, y le reclama una indemnización por los daños ocasionados. Datos más
datos menos eso es lo que nos cuenta el tráiler, pero la película arranca tres
años después de eso. Joaco sigue trabajando para el mismo estudio con Soledad
Villamil como compañera y Santiago Segura de jefe. Un día cae una chica a
preguntar por un tal Nelson Jara. Lo que pasa es lo siguiente:
- Hola, estoy
buscando a Nelson Jara – dice la chica. Joaquín Furriel mira a Santiago Segura,
Santiago Segura mira a Soledad Villamil, Soledad Villamil baja la mirada - ¿Lo
conocen?
- Ehhhh – duda
Santiago Segura y mira a Soledad Villamil para que responda. Ella no lo hace.
Se queda callada – No me suena. – Santiago Segura mira con temor a Joaquín
Furriel, Joaquín Furriel esquiva su mirada y mira con incomodidad hacia un
costado. Soledad Villamil mira a la chica y cuando la chica la mira ella baja
rápidamente su mirada.
- Bueno… - dice la
chica – Aunque me parecieron muy sospechosos sus silencios y sus miradas
incómodas voy a creerles. Les creo que no conozcan a Nelson Jara aunque con su
actitud me demuestran lo contrario. Un beso y nos volveremos a ver cuando la
trama lo requiera – la chica se va. Los arquitectos se relajan.
De ahí van a un
flashback donde nos muestran a Jara quejándose por la grieta. Ya en esas dos
primeras escenas entendí que algo raro pasó con Jara, que probablemente los
arquitectos lo mataron y escondieron su cuerpo. Tuve que esperar una hora y
veinte para que me confirmen que mis sospechas, y seguramente las sospechas de
toda la sala, eran correctas. Lo eran.
De todas formas la
película cuenta algo más que el misterio de Jara y sus grietas. El protagonista
es Joaquín Furriel y sus frustraciones. Está frustrado como profesional, como
marido y como amigo. Él se va conociendo a sí mismo a través de los ojos de su
antagonista, del mismísimo Jara. Una idea buena pero ejecutada tan mal como te
la puedas imaginar. Específicamente por culpa del mismísimo JOAQUÍN FURRIEL.
Tres amigos de
distintos rincones del país me dijeron que Joaquín era buen actor. Pastor Luna (de Santa Fe)
Gastón Julis (de Buenos Aires) Alejandro Akimenco (de Formosa) aseguraron que
actuó muy bien en El Patrón. Una película que no vi. No dudo de la palabra de
estas tres personas a quienes respeto mucho, pero si dudo de Joaco. Quizás bien
dirigido, con mucho entusiasmo y con un personaje que lo acompañe él nos puede
engañar y fingir que actúan bien. Pero eso no lo convierte en buen actor. Una
vez metí un gol, pero eso no me convirtió en un buen futbolista. Estaba parado
en el lugar indicado y en el momento indicado para que el verdadero virtuoso en
el deporte me hiciera el pase justo y necesario para que yo estirara la pierna
para empujar la pelota con mi pie adentro del arco. Nada más. Si alguien pasaba
en ese momento y me veía se iba con la idea de que yo era un goleador. Pero
lejos de eso. Nunca jugué bien al fútbol ni a ningún otro deporte(*). Con el
Joaco Furriel habrá pasado lo mismo con El Patrón, porque el Joaco Furriel que
yo conozco es incapaz de expresar con su
rostro los sentimientos que el guión le pide. Le encontré muchas similitudes
con Henry Cavil en Superman o con Stallone en Rocky. La cara de enamorado de
Furriel es muy igual a la cara de enojado de Furriel y también es igual a la
cara de triste de Furriel. Hay una escena clave que demuestra mi punto. Llega un momento que Joaquín no soporta más su vida de mierda. La situación lo superó. De ese momento pasa a una escena donde está de rodillas en el piso de su oficina rompiendo un pedazo de su maqueta. Al rededor suyo está todo destrozado. Las otras maquetas, los escritorios, los cuadros, todo. Todo roto. Claramente lo destrozó él y a nosotros nos muestran el momentito final de ese ataque de ira. ¿Por qué harían algo así? Uno de los momentos cinematográficos más satisfactorios es cuando el protagonista se hincha las pelotas y rompe todo. Satisfactorio para el espectador y también para el actor porque es un gran momento para desplegar sus dotes actorales. ¿Por qué privarnos a todos de esa escena? Yo creo (y esto es una completa especulación) que la escena la filmaron y quedó tan mal actuada, tan Tommy Wiseau, que decidieron no ponerla en el corte final. Me voy a comprar el Blu Ray con las escenas eliminadas solo para ver a Furriel gritar como un loco "¡Why Jara, Why!"
Todo lo anterior me dió mucha lástima porque quizás con otro actor la película
hubiese estado buena. Con Sbaraglia por ejemplo. Bah… eso si Sbaraglia
se hubiese negado a decir todas las frases poético berretas que el personaje de
Furriel decía, o si se hubiese negado a hacer tan obvio todo el misterio de
Jara, o si se hubiese metido en el estudio de edición de sonido a pedir que le
pongan algún efecto al audio así todos los diálogos no se escuchaban como si
estuviesen hablando adentro de un auto. En resumen, la película necesita muchos
cambios para considerarla buena. Mejor déjenla así.
Probablemente lo
peor de todo sea la escena donde Furriel habla de sexualidad con su hija
adolescente. La cosa empieza cuando la madre la encuentra besándose con una
amiga. Entonces se pone muy mal porque cree que su hija es lesbiana. Furriel,
que es un padre progre, va a hablar con la hija. Voy a intentar transcribir el
diálogo lo mejor que me acuerdo sin exagerar nada porque demasiado exagerado
está el original:
- Papa, me besé
con una chica. ¿Soy lesbiana?
- Eso decímelo vos
– le contesta Furriel.
- Yo creo que no.
¿Por qué a la gente le gusta poner etiquetas? Me besé con una chica pero
también con muchos chicos. ¿Por qué la gente quiere ponerle nombre a todo?
- Tenés razón
hija. Vos tenés que hacer lo que te haga feliz.
A ver… la escena
tiene buenas intenciones. Estoy de acuerdo con lo que plantea la chica. Pero
¿esa es la forma más sutil que se les ocurrió? ¿No había una forma menos obvia
de contar eso? ¿Cuántos años tiene el guionista? ¿Quince?
En fin…
Fui a verla con
muchas expectativas y salí decepcionado. Eso me pasa por esperar mucho de una
película que nunca me prometió nada. Mi puntuación es de 714 sobre 1777.
(*) salvo al ping pong. Soy un excelente jugador de ping
pong.