domingo, 28 de enero de 2018

Las Grietas de Jara

 esto no es un crítica
es mi forma de descargar mi odio hacia a Joaquín Furriel


   
    Durante mi adolescencia sufrí el mismo mal que seguramente sufrieron muchos de los que están leyendo esto. El mal de que te elijan último cuando armaban equipos en educación física. Y “elegir” es una forma de decir, porque en realidad no me elegían, quedaba último y no tenían otra opción que aceptarme en un grupo. Mi en los partidos era siempre el mismo, me tenía que quedar paradito en algún lugar intentando no molestar a los demás. Cada tanto corría un poco para que el incompetente del profesor me viera hacer algo así no me desaprobaba.  Me acuerdo que la primera vez que jugué al fútbol me llegó la pelota a los pies y como vi que otros dos compañeros se acercaban para sacármela la agarré con la mano. Fue algo instintivo. Casi animal. Mi cerebro supo que no iba a poder defender el objeto con mi inútiles pie y le mandó una orden a las manos para que lo protejan. Lógica pura aunque atentaba contra el reglamento del deporte. Asumo que así se inventó el handball.
    En una época prohibieron el fútbol en eduación física, entonces mi curso (el B) armó un equipito para jugar en la plaza. Se llamaba “El Fasto” y no sé si por lástima o por amistad me sumaron. Usábamos unas remeras blancas pintadas de rojo, amarillo y verde con témperas. Y atrás cada uno se puso el número que quiso. Yo me pinté el 7, aunque nunca supe en qué posición juega alguien con ese número. Siempre jugábamos contra el otro curso (el A) muchos más profesionales que nosotros. Ellos se mandaron a hacer camisetas de fútbol y cada cual tenía el número que le correspondía a su posición. De haber estado en ese equipo no sé qué número me hubiese tocado, no sé qué número usa el jugador cuya posición es cualquiera donde  no moleste al resto de los jugadores.  De todas formas siempre estaba atento al partido esperando el momento de tener una oportunidad para demostrar mis incuestionables habilidades futbolísticas. Un día llegó ese momento. Y metí un gol.
    Las Grietas de Jara nos relata la poco interesante historia del poco interesante Joaquín Furriel, un arquitecto que hace veinte años que trabaja para un estudio que no lo quiere hacer socio. Un día cae Oscar Martínez (el Jara del título) que es el dueño de una propiedad con una pared agrietada por culpa de una construcción de Furriel, y le reclama una indemnización por los daños ocasionados. Datos más datos menos eso es lo que nos cuenta el tráiler, pero la película arranca tres años después de eso. Joaco sigue trabajando para el mismo estudio con Soledad Villamil como compañera y Santiago Segura de jefe. Un día cae una chica a preguntar por un tal Nelson Jara. Lo que pasa es lo siguiente:
    - Hola, estoy buscando a Nelson Jara – dice la chica. Joaquín Furriel mira a Santiago Segura, Santiago Segura mira a Soledad Villamil, Soledad Villamil baja la mirada - ¿Lo conocen?
    - Ehhhh – duda Santiago Segura y mira a Soledad Villamil para que responda. Ella no lo hace. Se queda callada – No me suena. – Santiago Segura mira con temor a Joaquín Furriel, Joaquín Furriel esquiva su mirada y mira con incomodidad hacia un costado. Soledad Villamil mira a la chica y cuando la chica la mira ella baja rápidamente su mirada.
    - Bueno… - dice la chica – Aunque me parecieron muy sospechosos sus silencios y sus miradas incómodas voy a creerles. Les creo que no conozcan a Nelson Jara aunque con su actitud me demuestran lo contrario. Un beso y nos volveremos a ver cuando la trama lo requiera – la chica se va. Los arquitectos se relajan.
    De ahí van a un flashback donde nos muestran a Jara quejándose por la grieta. Ya en esas dos primeras escenas entendí que algo raro pasó con Jara, que probablemente los arquitectos lo mataron y escondieron su cuerpo. Tuve que esperar una hora y veinte para que me confirmen que mis sospechas, y seguramente las sospechas de toda la sala, eran correctas. Lo eran.
    De todas formas la película cuenta algo más que el misterio de Jara y sus grietas. El protagonista es Joaquín Furriel y sus frustraciones. Está frustrado como profesional, como marido y como amigo. Él se va conociendo a sí mismo a través de los ojos de su antagonista, del mismísimo Jara. Una idea buena pero ejecutada tan mal como te la puedas imaginar. Específicamente por culpa del mismísimo JOAQUÍN FURRIEL.
    Tres amigos de distintos rincones del país me dijeron que Joaquín  era buen actor. Pastor Luna (de Santa Fe) Gastón Julis (de Buenos Aires) Alejandro Akimenco (de Formosa) aseguraron que actuó muy bien en El Patrón. Una película que no vi. No dudo de la palabra de estas tres personas a quienes respeto mucho, pero si dudo de Joaco. Quizás bien dirigido, con mucho entusiasmo y con un personaje que lo acompañe él nos puede engañar y fingir que actúan bien. Pero eso no lo convierte en buen actor. Una vez metí un gol, pero eso no me convirtió en un buen futbolista. Estaba parado en el lugar indicado y en el momento indicado para que el verdadero virtuoso en el deporte me hiciera el pase justo y necesario para que yo estirara la pierna para empujar la pelota con mi pie adentro del arco. Nada más. Si alguien pasaba en ese momento y me veía se iba con la idea de que yo era un goleador. Pero lejos de eso. Nunca jugué bien al fútbol ni a ningún otro deporte(*). Con el Joaco Furriel habrá pasado lo mismo con El Patrón, porque el Joaco Furriel que yo conozco es incapaz de  expresar con su rostro los sentimientos que el guión le pide. Le encontré muchas similitudes con Henry Cavil en Superman o con Stallone en Rocky. La cara de enamorado de Furriel es muy igual a la cara de enojado de Furriel y también es igual a la cara de triste de Furriel. Hay una escena clave que demuestra mi punto. Llega un momento que Joaquín no soporta más su vida de mierda. La situación lo superó. De ese momento pasa a una escena donde está de rodillas en el piso de su oficina rompiendo un pedazo de su maqueta. Al rededor suyo está todo destrozado. Las otras maquetas, los escritorios, los cuadros, todo. Todo roto. Claramente lo destrozó él y a nosotros nos muestran el momentito final de ese ataque de ira. ¿Por qué harían algo así? Uno de los momentos cinematográficos más satisfactorios es cuando el protagonista se hincha las pelotas y rompe todo. Satisfactorio para el espectador y también para el actor porque es un gran momento para desplegar sus dotes actorales. ¿Por qué privarnos a todos de esa escena? Yo creo (y esto es una completa especulación) que la escena la filmaron y quedó tan mal actuada, tan Tommy Wiseau, que decidieron no ponerla en el corte final. Me voy a comprar el Blu Ray con las escenas eliminadas solo para ver a Furriel gritar como un loco "¡Why Jara, Why!"
    Todo lo anterior me dió mucha lástima porque quizás con otro actor la película hubiese estado buena. Con Sbaraglia por ejemplo. Bah… eso si Sbaraglia se hubiese negado a decir todas las frases poético berretas que el personaje de Furriel decía, o si se hubiese negado a hacer tan obvio todo el misterio de Jara, o si se hubiese metido en el estudio de edición de sonido a pedir que le pongan algún efecto al audio así todos los diálogos no se escuchaban como si estuviesen hablando adentro de un auto. En resumen, la película necesita muchos cambios para considerarla buena. Mejor déjenla así.
    Probablemente lo peor de todo sea la escena donde Furriel habla de sexualidad con su hija adolescente. La cosa empieza cuando la madre la encuentra besándose con una amiga. Entonces se pone muy mal porque cree que su hija es lesbiana. Furriel, que es un padre progre, va a hablar con la hija. Voy a intentar transcribir el diálogo lo mejor que me acuerdo sin exagerar nada porque demasiado exagerado está el original:
    - Papa, me besé con una chica. ¿Soy lesbiana?
    - Eso decímelo vos – le contesta Furriel.
    - Yo creo que no. ¿Por qué a la gente le gusta poner etiquetas? Me besé con una chica pero también con muchos chicos. ¿Por qué la gente quiere ponerle nombre a todo?
    - Tenés razón hija. Vos tenés que hacer lo que te haga feliz.
    A ver… la escena tiene buenas intenciones. Estoy de acuerdo con lo que plantea la chica. Pero ¿esa es la forma más sutil que se les ocurrió? ¿No había una forma menos obvia de contar eso? ¿Cuántos años tiene el guionista? ¿Quince?
    En fin…
    Fui a verla con muchas expectativas y salí decepcionado. Eso me pasa por esperar mucho de una película que nunca me prometió nada. Mi puntuación es de 714 sobre 1777.



(*) salvo al ping pong. Soy un excelente jugador de ping pong. 

martes, 23 de enero de 2018

¿Cómo se inventó la Kryptonita?

    Siempre sospeché que la kryptonita era la peor idea del mundo de los comics, y por su culpa nunca pude disfrutar de Superman. Soy más fanático de superhéroes como Spiderman o los X-Men o Batman porque no son perfectos. Más allá de vidas conflictuadas en relación a su cotidiano o a otros héroes o a ellos mismos, todos tienen debilidades reales e incluso algunos pueden morir si abren la heladera descalzos.  Si yo fuese guionista de DC por un día escribiría un comic donde Batman, después de salvar ciudad Gótica de una súper amenaza craneada por el Joker, vuelve a su mansión muy estresado, se saca los zapatos, va a la cocina para tomarse una cerveza, abre la heladera y ahí nomás ¡PAH! le da una patada. Batman cae muerto en el medio de la cocina y lo encuentra Alfred dos días después lleno de moscas.  Esos son los superhéroes que me gustan, los que pueden morir de la misma forma idiota que yo.   Por eso Superman, para mí, no tiene ninguna gracia. Porque además de tener todos los poderes que la trama vaya necesitando su única debilidad es un mineral que unos guionistas inventaron exclusivamente para él. Perdón, no me cierra. Pero cuando me enteré el origen de la kryptonita me terminó de cerrar todo. Básicamente fue eso… un oportunismo de los guionistas.
    Dos años después del debut del primer cómic de Superman se estrenó su respectivo radioteatro. Salía al aire tres veces por semana y duró once años consecutivos. Fue quizás la adaptación más importante del universo de Superman porque dio origen a cosas que hoy son indiscutiblemente canónicas: Loise Laine, el planeta Krypton,  la dupla Batman y Superman y…  la kryptonita. Pasaba lo siguiente... El programa era un éxito y no podían darse el lujo de estar  una semana sin transmitirlo. Pero Bud Collyer, el que hacía la voz de Superman, necesitaba vacaciones. Los guionistas tuvieron que juntarse para solucionar este problema, y supongo que la charla fue más o menos así:
               Guionista 1 – Tenemos que buscarle una debilidad a Superman. Algo que no lo mate pero que lo deje internado unos días.
               Guionista 2 – Les parece que sea… no sé… ¿una piedra?
               Guionista 3 – Me encantó. Tiene que ser una piedra lo suficientemente inusual para que no sea tan fácil de conseguir pero no tan inusual como para que se nos complique cuando la tengamos que volver a usar.
              Guionista 1 – Entonces que sea una piedra mágica.
              Guionista 2 – Me encanta. Una piedra mágica. ¿Cómo se puede llamar?
              Guionista 3 – Puede ser un nombre relacionado con el planeta Krypton.
              Guionista 1 y 2 - ¡Kryptonita!
              Guionista 3 – Listo, problema resuelto. Somos unos genios.
    A partir de ese día empezaron a usar la kryptonita como el punto débil de Superman, a veces para hacer más interesante la trama y otras veces para que el actor se pueda ir de vacaciones. Lamento que no se hayan esforzado un poco más y pensar algo más interesante, pero entiendo que eran los cuarenta y  había cosas más importantes en qué pensar. Como por ejemplo... no sé... ¿Hitler?

sábado, 20 de enero de 2018

El Gokú de Schrödinger


  Una pregunta que nos quita el sueño y que generó mas discusiones entre amigos que la legalización del aborto es: ¿Cuándo aprendió a volar Gokú? En el siguiente texto, que espero sea breve, no prometo darles respuestas pero si brindarles un panorama más amplio para que puedan sacar sus propias conclusiones.
    Técnicamente Gokú vuela por primera vez en el Torneo de las Artes Marciales 21 mientras pelea con el Maestro Roshi en su versión Jackie Chun. El pibe se estaba por caer de la plataforma y usa su cola como hélice para desplazarse hasta el ring. Es indiscutible que eso que hizo se llama VOLAR. Pero la verdadera discusión es sobre cuándo usó la técnica de volar.
    La primera vez que lo vemos haciendo algo parecido a eso es cuando, en el Torneo de las Artes Marciales 23, Gokú viene cayendo en picada para darle el cabezazo final a Piccolo y sacarlo de la plataforma.  Antes de eso estaba tirado en el piso y Piccolo le lanzó uno de sus rayos generando una explosión y una conveniente cortina de humo. Durante unos minutos creemos que Gokú quedó completamente desintegrado hasta que a lo lejos, en el aire, se lo puede ver volver. “¡Es la técnica de volar!” gritan al unísono Krilin y Ten Shin Han. Eso tendría que ser suficiente para creer que Gokú está volando. ¿Por qué nos mentirían los pelados? ¿Qué ganarían con eso? Así que con esta información podríamos decir que esa fue la primera vez que Gokú voló… en Latinoamérica.
    Sospechando que esa sobreexplicación podría ser producto del anárquico doblaje latino busqué el capítulo en otros idiomas. En inglés dicen algo completamente diferente. Dicen “Do it Gokú”.  Que significaría algo así como “Hacelo Gokú” o “Vamos Gokú” o “Ponga huevo Gokú”. Pero no importa ni el latino ni el inglés… lo que sí importa es el japonés, idioma original de la serie y los que tienen  la última palabra.
    En japonés dicen “Bukūjutsu Da” que significa “TÉCNICA DE VOLAR”. No confío mucho en Krilin pero si en Ten Shin Han. Él fue uno de los primeros personajes en volar  y debe estar perfectamente capacitado para diferenciar la técnica de volar de la técnica de planear o de la técnica de caer con estilo.
    Que Gokú volara en ese preciso momento llevó a que muchos se preguntaran “¿Y por qué no voló en las otras peleas del torneo?” Yo considero que Gokú no sabía volar hasta ese entonces, que no fue algo que le enseñó Kami-Sama. Kami-Sama le enseñó a controlar el Ki para que haga con eso lo que se le cante. Creo que en el momento en que se le venía un super rayo encima volar fue algo instintivo que le salió para sobrevivir. Convengamos que tampoco sabía convertirse en Super Sayajin pero cuando la situación lo ameritó se convirtió. Así funcionan los sayajin. Así funciona la serie… con oportunismos.
    Si algunos consideran que en ese momento Krilin y Ten Shin Han están delirando debido a la cantidad de golpes en la cabeza que recibieron ese día y que su grito de “Bukūjutsu Da” no significa nada más que un balbuceo incoherente, podemos analizar cuándo fue la segunda vez que Gokú voló.
    La segunda vez fue cuando empieza a recorrer el camino de la serpiente para llegar a Kahio-Sama. Después de que el muchachito azul le dice la cantidad de kilómetros que tiene el puente Gokú lo saluda y se va volando. Ahí ya no hay dudas sobre sus capacidades para volar. Vuela. Punto. Pero si supuestamente en el Torneo de las Artes Marciales no sabía… ¿cuándo aprendió? Sabemos que después del torneo no hizo mucho más que casarse y dedicarse a ser padre. Quizás se puso a entrenar un poco en ese periodo y quizás fue ahí cuando aprendió a volar. Pero es poco probable. Aún así es la última oportunidad que tuvo. Después de eso llega Raditz, pelean y se muere. No hay más tiempo. Que Gokú siga usando su nube voladora significa que o todavía no dominaba bien la técnica o que todavía no volaba más rápido que el masacote amarillo ese. No lo sé.
    Como dije al principio del texto no les pude ofrecer respuestas certeras. La única respuesta certera es la del creador de la serie o la de los productores. Y ni siquiera. Por ahora estamos en presencia del Gokú de Schrödinger, vuela y no vuela al mismo tiempo. Yo solo les ofrezco un poco más de información para que crean con convicciones en una cosa o en otra. Son bienvenidas todas las opiniones o todos los datos que se puedan sumar para resolver este misterio de una vez por todas. Le agradezco a alan993 (@spider0091)  por traducirme ese fragmento del capítulo en japonés. Y le pido disculpas públicamente al doblaje latino por haber desconfiado de su palabra. Pero bueno… se la buscaron.

No sé si suma pero ese el el fragmento de la escena en el manga. 
Solo lo encontré en latino. 


viernes, 19 de enero de 2018

The End Of The Fucking World

    Además de ser hijo único soy sobrino único. Tengo primos pero algunos viven en el interior de la provincia y otros viven en España. Para mis tías era el sobrino único de La Plata y me malcriaban como tal. Sobre todo mi tía Martha que encima no tenía hijos.
    Ella me compraba casi todo lo que le pedía y hoy me doy cuenta que me aprovechaba demasiado de ese poder. Recuerdo que me compró el cassette de Jugate Conmigo y uno de Los Auténticos Decadentes, el libro Toda Mafalda, el VHS de El Rey León y varias cosas más que no vale la pena detallar. Una tarde a la salida del zoológico me encapriché con que me comprara una víbora de juguete que vendía un tipo en un puestito en la calle. Mi tía Martha me dijo que no, que no me lo iba a comprar. Yo me encapriché aún más y ella mantuvo su “no, no te lo voy a comprar” Le hice un escándalo en el medio de la calle. Me acuerdo que una día también le hice un escándalo así a mi mamá en el supermercado Casa Tía cuando quería que me compre un libro para pintar de los Tiny Toon. Ella me había dicho que no, pero fue tan grande el berrinche que hice, tanta la vergüenza que le hice pasar que terminó cediendo. Así aprendí, quizás de la peor forma, que la base del éxito es la insistencia (siempre y cuando no le rompas las pelotas a los demás) Pero volviendo a mi tía Martha.
    Mi tía Martha era una persona mucho menos flexible que mi mamá, y si dijo que no era no. ¿Pero cómo hizo para parar el escándalo de ese rubio menemista caprichoso? Fue bastante simple desde el punto de vista retorcido de mi tía. Me dijo “Yo no te lo voy a comprar, si lo querés andá y robáselo” Yo no lo dudé un segundo. Fui hasta el puestito y aprovechando que estaba lleno de gente y el vendedor estaba distraído agarré la víbora de goma, me la metí abajo del buzo y salí corriendo. Mi tía se empezó a reír. Tanto que se meó encima. Le quedó una aureola indisimulable en la entrepierna del pantalón. Nos tuvimos que tomar un taxi para volver a su casa. Volvimos triunfantes porque ambos nos salimos con la nuestra. Ella no me compró la víbora y yo la conseguí igual. Así aprendí, quizás de la peor forma, que si las cosas no te llegan tenés que ir a buscarlas vos. Más o menos.
   Esa pequeña experiencia pudo haberme llevado por el camino de la delincuencia, y aunque años más tarde volví a utilizar las facilidades del robo para obtener cosas, siempre el miedo y la culpa me acompañaron. Contrariamente James y Alyssa, los protagonista de The End Of The Fucking World, superaron la barrera del miedo y la ética para convertirse en dos fugitivos de la justicia. Aunque sus crímenes fueron mucho más graves que robarse una víbora de goma.
    Esta simpática serie de Netflix nos relata las aventuras de estos dos adolescentes disconformes que le dan un giro a sus vidas escapándose de sus casas para vivir aventuras en las rutas. Por un lado está James, un adolescente que se cree un psicópata  por el solo hecho de haber matada a algunos animales. Entonces quiere dar el siguiente paso que es matar a una persona, y la elije a Alyssa. Ella es una adolescente que reniega de la tecnología y que fue desplazada de su familia por sus recién nacidos hermanastros. En un acto de rebeldía se hace amiga del pibe más raro de la escuela, James. Ella se quiere ir de la ciudad y él, con la excusa de querer matarla, la sigue. Así se roban un auto y se van a la mierda.
    Esta Road Movie (o Road Serie) tiene el típico formato de este subgénero: el viaje como protagonista y eventualidades que van surgiendo y que hacen que los personajes crezcan y aprendan. Nada del otro mundo. Una serie que podría haber sido olvidable de no ser por este mágico sistema de Netflix de subir todos los capítulos juntos. Porque si después de ver el primero tuviéramos que esperar una semana para ver el segundo en el medio nos olvidaríamos que existe y quedaría perdida en el purgatorio de series que no se terminan. Pero al estar todos los capítulos juntos, al ser pocos y de corta duración se pueden ver en una tarde y la serie pasa de ser algo zafable a una buena película dividida en capítulos. 
    El punto más fuerte de esta serie son los protagonistas. Tanto los personajes como los actores. Los personajes son dos sociópatas que no entienden muy bien cómo funcionan las convenciones sociales. Más o menos como funciona Dexter (el asesino, no el científico) que se mueve por imitación y no por impulsos verdaderos. Ninguno cree encajar en el modelo de civilización que les tocó vivir porque básicamente es la misma civilización la que los expulsa. Muy parecido al conflicto de la piba de Lady Bird pero acá llevado a un plano más grotesco: si la sociedad no me quiere voy a ser un sociópata.  Pero a pesar del tono absurdo con el que la serie nos quiere contar esta historia en un plano más profundo se puede ver que en realidad nos está hablando simplemente de dos adolescentes descubriendo su sexualidad y encontrando su lugar en el mundo para madurar.
    Los actores entendieron todo lo que tenían que hacer y son los que se ponen al hombro la serie. Con un tono de actuación muy parecido a Kynodontas o a Silvia Prieto los pibes tratan de resolver cada conflicto de la mejor manera que pueden, aunque a veces esa manera es no resolviéndolos. Los actores supieron manejar muy bien ese camino que hubo entre el primer capítulo y el último, y de manera muy sutil fueron cambiando su actitud de pendejos inmaduros que no saben nada a jóvenes que son conscientes de la decisión correcta que tienen que tomar. Releyendo eso me doy cuenta que es lo básico en una serie o película. Así que puedo resumir todo eso en "los actores hicieron bien el trabajo por el cual les pagaron".
    The End Of The Fucking World tarda en arrancar. Yo creo que recién se pone buena en el capítulo tres, pero vale la pena fumarse esos dos capítulos que sirven más como presentación de personajes y del mundo. También les recomiendo que la vean en una tarde, de un saque. Porque si dejan uno o dos días en el medio se van a olvidar que existía esa serie y considero que vale la pena verla. Y después miren Natural Born Killers. Y después salgan por las calles a delinquir como si no hubiese un mañana.
    Mi puntuación para este serie es de 1181,60 sobre 1777.
   

jueves, 18 de enero de 2018

The Man From Earth Holocene

    Imaginen que Natalia  escribe una novela sobre nuestra relación. Imaginen que en la primer hoja dice “Basada en hechos reales”. Imaginen que en la novela relata todo lo que pasó desde el día en que nos conocimos hasta la actualidad. Imaginen que en algún momento dice que yo tengo la capacidad de volar, y dice que cuando fuimos de vacaciones a Mar del Plata yo la llevé volando, o que cuando estoy aburrido me pongo a volar por la ciudad. Imaginen esa novela. Una vez que la hayan leído… ¿realmente ustedes creerían que yo puedo volar? ¿Me preguntarían en la cara si es verdad que vuelo? ¿Llamarían a amigos míos para preguntarles si yo realmente puedo volar? ¿Se meterían ilegalmente en mi casa para revisar todos los rincones buscando pruebas de mis capacidades aéreas? ¿Me amordazarían en el sótano de mi casa y me amenazarían con  un cuchillo para que confiese que puedo volar? ¿Harían eso o simplemente entenderían que es un recurso poético que usa la autora para narrar ciertos acontecimientos?  Si la respuesta es “Si, haría todo eso” entonces no sigan leyendo porque claramente o ustedes son personas muy raras o yo estoy equivocado. De lo contrario pueden continuar con la lectura.
    Esta publicación está apuntada a las personas que vieron la película The Man From Earth y para los que también vieron, o no tienen problemas con los spoilers, The Man From Earth 2. La primera la recomiendo muchísimo. La segunda no. No la recomiendo un carajo.
    The Man From Earth es una película que se estrenó en el año 2007 y pasó sin pena ni gloria en cuanto a recaudación y premiaciones. Pero con el paso del tiempo se convirtió en una película de culto y en una de mis favoritas. A muchos más les habrá gustado y a otros no tanto, pero estoy seguro que todos estamos de acuerdo en que no hacía falta una secuela. Parece que el director no estaba tan convencido de eso e hizo una segunda parte. Salió el año pasado y puedo decir que fue una de las peores películas del año, apenas un poco mejor que Death Note y El Fútbol o Yo. Porque además de ser mala arruina la uno y pronostica una tres aún peor. El director arruinó tres películas con una sola. Todo un record. Hablemos un poco de él…
    Su talento como director no mejoró mucho de la última vez, y en esta secuela se luce menos que antes. La misma mala fotografía, la misma música de ascensor, los mismos planos feos, la misma poco obsesiva dirección de actores. Pero en The Man From Earth (uno) eso no importa porque lo magistral es el guión. Sin embargo el gran problema con el director va por otro lado. Él tomó la pésima decisión de arrancar su secuela  hablándole a la cámara para pedirnos plata. Y no es una forma de decir. Ni bien ponés play aparece ÉL diciéndonos que esta película fue hecha con mucho esfuerzo y mucho amor y que decidieron subirla a internet para que todos pudiéramos verla y donar plata a nuestra voluntad.
     Fuertes palabras. Fuertes y desconcertantes.
    Sincerandome yo no sabría cómo hacerlo mejor, pero tampoco se me ocurre una forma de hacerlo peor. Los invito a que piensen formas de pedir plata en una película, puede ser un buen ejercicio para la creatividad.
    De todas formas esto es apenas un anticipo de lo que se estaba por venir…
    La película arranca diez años después del final de la primera. John Oldman está viviendo lo más tranquilo en un pequeño pueblo dictando clases de religión. Todo marchaba lo más bien hasta que cuatro alumnos encuentran un libro escrito por Art (uno de los profesores amigos de John en la uno) Este libro relata todo lo que pasó en la primer película, pero no lo hace como una ficción sino como un libro basado en hechos reales. Entonces los chicos inmediatamente creen que toda la narración es real y hacen exactamente lo que escribí en el primer párrafo. Desde preguntarle directamente a John si es inmortal hasta amordazarlo en el sótano a punta de cuchillo para que confiese. Toda este sin sentido lo hubiese aceptado si fuese solo una excusa para que los pibes se sienten a hablar con John de su paso por la tierra, como pasó en la primera. Pero no lo acepto porque todo eso les llevó nada más ni nada menos que una hora y veinte de la película, dejando apenas quince minutos para una charla que SI fue muy interesante. Porque en esa charla hablan de la Biblia y de cómo la gente se tomó demasiado enserio esas escrituras que hicieron personas comunes y corriente. En teoría funciona la idea de comparar la biblia con el libro que escribió Art porque en ambos casos la gente se creyó sin cuestionamientos lo que un extraño escribió por el solo hecho de decir que fue real. En teoría. Porque en la práctica deja de funcionar cuando esa comparación es lo único que tiene para ofrecer la película.
    No me hubiese molestado que la secuela sea exactamente igual a la original,  John hablando con otros profesores sobre las cosas que vivió a través de su inmortalidad. Tiene 14.000 años… o sea que tiene muchas cosas para contar. Conozco gente que vivió muchísimo menos tiempo y aún así podés hablar horas. ¿Por qué hacer un pseudo policial con cuatro adolescentes con la misma lógica racial que los Power Rangers? ¿Por qué? ¿En qué momento del proceso creativo creyeron que eso era una buena idea?
    No esperaba nada de esta secuela, ni siquiera esperaba una secuela, y aún así me decepcionó. Sobre todo porque en una escena post créditos adelantan una futura tercera parte con una temática todavía más estúpida.
    La película ya estaba muerta y recostada en el ataúd. Ya le había clavado la tapa y estaba lista para ser enterrada. Pero apareció de nuevo el director para meter el último clavo pidiéndonos plata en vez de pedirnos perdón. Aunque lo más destacable es la frase con la que empieza este segundo pedido: “Probablemente hayan notado que la película tiene un final abierto”  ¿Existe una forma más imbécil de hablar del final de tu película? Yo creo que no.
    Mi puntuación es de 355 sobre 1777, y esos puntos solo por la charla final.

miércoles, 17 de enero de 2018

Merlí y cómo saltar el tiburón


    Merlí nos relata la historia de Merlí, un profesor que es un capo de la filosofía. Más o menos como House en la medicina porque también utiliza métodos poco convencionales para ejercer su profesión. La serie empieza el día que Merlí cae en una secundaria pública a darle clases a un grupo de jóvenes con problemas típicos de la adolescencia. Hay uno que es demasiado canchero, otro que es demasiado tímido, una que es madre soltera, otro que está descubriendo su sexualidad, otra que se le viralizó un video privado y así cada uno con su quilombo propio. Cada capítulo está enfocado en una clase de Merlí y en un filósofo diferente, y casualmente los problemas de esa semana van a estar relacionados a esa corriente filosófica. Poco a poco Merlí les va a ir solucionando los problemas no solo a los pibes sino también a los otros profesores demostrando ser la versión catalana de Mary Poppins. Todo muy lindo. Nada que no hayamos visto en Dead Poets Society, pero acá llevado a un plano más contemporáneo.
    La idea principal (o premisa como le dicen los grandes expertos de la crítica) es tan buena como gastada. La vimos en Patch Adams, en Good Will Hunting, en Mrs. Doubtfire y en Awakenings. Y eso solo contando las películas de Robin Williams, hay muchísimas más que fueron saliendo a raíz de estas. Por todo este asunto con Merlí tuvieron que darle una vuelta de tuerca para que no sea lo mismo de siempre. Y si bien apenas fue tres cuartos de vuelta sirvió para que la serie resulte interesante. Conflictos simples que todos tuvimos en nuestra adolescencia, personajes queribles, buenas actuaciones y un buen guión que bajaba cualquier postura filosófica a un plano cotidiano para hacerla más fácil de digerir. Hermoso. Todo esto sostuvo una primer temporada y estirando un poco las cosas llegaron a una segunda. Pero… se les vino la tercera encima.
    Si bien la adolescencia es una etapa muy compleja los conflictos se empiezan a agotar sobre todo para una serie que apunta a una liviandad casi apta para todo público. Esquivando elegantemente temáticas como el abuso sexual, la bulimia, la pobreza extrema, la violencia de género o la depresión, le tercer temporada se regodea una y otra vez en los mismos problemas simplones. Que me gusta él pero no me da bola, que soy muy feo, que soy gay y mis padres no saben, que a mí tampoco me dan bola,  que a mí me daban bola pero después no y así y así y así. Destacan apenas un pibe que pasa por una etapa de rebeldía injustificada y otro que tiene un problema serio con las drogas. Nada más. Y es en esta monotonía que aparecen algunos manotazos de ahogados, problemas que no son para nada típicos en un adolescente. Como el pibe que tiene un padre con problemas con unos mafiosos japoneses o el que como no tiene plata vende drogas o como la que queda traumada porque vio a un extraño suicidarse. A esto hay que sumarle que fueron perdiendo poco a poco aquellas sutilizas para vincular la temática del capítulo con la filosofía al punto que en un episodio un pibe relaciona su conflicto de estar enamorado de dos personas con que cuando era chico le gustaban dos gustos de helados y nunca sabía cuál elegir. Y todos estos tropiezos no son nada comparado con los dos capítulos donde salta el tiburón. Pero…

¿QUÉ SIGNIFICA SALTAR EL TIBURÓN?
En la década del setenta había una serie muy existosa llamada Happy Days. La trama giraba en torno a la familia Cunningham, conformada por Howard, propietario de una ferretería, su esposa Marion, y sus dos hijos; Richie y Joanie. Aunque el personaje más popular era Arthur "Fonzie" Fonzarelli, que empezó como un secundario pero de a poco y sin que nadie se diera cuenta escaló hasta ser el protagonista. La serie tocaba temas cotidianos con los cuales la familia se podía identificar, y Fonzie representaba al adolescente canchero que todo le sale bien y todo lo hace con onda. Fue  este mismo personaje que en un capítulo de la quinta temporada se puso unos esquis acuáticos, esquió por el mar y salto, literalmente, por encima de un tiburón. La serie que ya venía trastabillando en cuanto a su calidad encontró en esa escena la bisagra entre los buenos capítulos y los malos.

Desde entonces se empezó a usar el término “Saltar el tiburón” cuando una serie que ya estaba haciendo cualquier cosa termina por cagarla demostrando que ya no hay retorno. Por citar otros ejemplos podría decir que en Friends saltó el tiburón cuando Joey se enamora de Rachel, en Los Simpsons cuando se devela que Skiner no es Skiner, en Lost cuando Benjamin Linus mueve la isla, y… no se me ocurren más ejemplos. Si se les ocurren más por favor escríbanlos en los comentarios. Ahora si…

EL DÍA QUE SALTÓ EL TIBURÓN EN MERLI
    En el tercer capítulo de la tercer temporada la temática es la religión. Merlí, quien sería la voz de la razón y el “héroe” no cree ni en Dios ni en los milagros. Después de dar clases se va en un taxi a la casa y casualmente el taxista, que se llama Calixo, es muy creyente y tiene con Merlí un debate muy simpático sobre religión. Cuando Merlí entra a su casa se da cuenta que se le cayó la billetera en el taxi entonces llama a la empresa para reclamar. Les pasa el nombre del taxista y ellos quedan en comunicarse cuando tengan novedades. Horas mas tarde cae Calixo con la billetera y destaca la situación como un milagro. De esos milagros que Merlí no cree. Merlí ríe. Calixo ríe. Todos reímos.  Al rato llaman de la empresa de los taxis y le dicen lo siguiente:
    - No tenemos ningún Calixo trabajando para nosotros. El único que había ya no trabaja más porque murió hace siete años.
    Pausa.
    Suspenso.
    Tensión
    El milagro ha ocurrido.
    Merlí, escéptico como él solo, cree que la persona que manejaba el taxi era un ladrón que se afanó el auto y le robó la identidad a Calixo. Sin embargo su amiga, creyente como ella sola, le pregunta… “y si es un ladrón ¿por qué te devolvió la billetera?” La situación no se resuelve y la incógnita nos queda a todos. ¿Con qué necesidad? Entiendo que el objetivo de la escena era generarle dudas a Merlí sobre sus propias creencias o mantener una postura neutral entre los televidentes creyentes y los ateos… ¿pero esa es la única idea que se les ocurrió? ¿una de las ideas más usadas del cine de suspenso? ¿la misma idea que se le ocurrió a Quique Torres para Un Buen Día? ¿Posta? ¿Posta guionistas de Merlí ?  Me cago en todos ustedes y en su habilidad de arruinar una serie que podría haber quedado en una hermosa primer temporada.



martes, 16 de enero de 2018

The Problem With Apu

    Llamarme Jorge no solo me trajo problemas con mis padres, también me trajo problemas en la escuela. En un curso donde abundaban los Matías o los Nicolás o los Marianos ser un Jorge no era fácil. Hubo una época dorada donde fuimos tres Jorges (Jorge Alonso, Jorge Herman y yo) Hermoso año donde por primera vez no éramos la minoría y pudimos imponernos ante los demás y llevar con orgullo nuestro nombre. Lamentablemente solo fue durante tercer grado porque Jorge Alonso se cambió de escuela y no lo volví a ver hasta casi veinte años después cuando la vida y el arte nos reencontró para hacer la serie web Temporada de Jorges.
    Los problemas en la escuela no estaban relacionados con la vejez que representaba mi nombre sino con la existencia de un alfajor tocayo: Jorgito. Si me molestaba que me dijeran Jorge imaginen cuánto más me molestaba que me dijeras Jorgito. Lo odiaba.  Sobre todo porque lo relacionaban con el alfajor en cuestión. Que dicho sea de paso era un gran alfajor, muy rico y barato (antes de la inflación constaba treinta centavos) El mejor apodo que recibí en esa época fue uno que me puso un pibe dos años más grande que yo. Se llamaba Matías, y al ser un Matías se sentía con el derecho de romperle los huevos a los demás. Y tenía razón. Se ganó ese derecho por tener un nombre como la gente y acorde a su edad. En fin. Ese Matías un día pasó por al lado mío y me dijo “Hola Alfajorgito” En el momento me molestó, me molestó muchísimo. Pero hoy no puedo dejar de admirar su creatividad. Espero que la vida haya sido buena con él y esté trabajando en una agencia de publicidad.
    De todas formas llamarse Jorge en Argentina no es tan terrible como ser un indio y vivir en Estados Unidos. Hari Kondabolu es un comediante que en sus espectáculos siempre aborda, desde el humor, la temática de la discriminación racial. En los últimos años apuntó todos sus cañones a la persona que desde principio de los noventa a la actualidad encasilló y estereotipó a todos los indios. En realidad no es una persona, es un personaje. Es Apu.
    En The Problem With Apu el disparador es el mismísimo Apu pero a medida que avanza el documental va abriendo la mirada para mostrarnos que el problema con los inmigrantes en Estados Unidos es mucho más grande. Todo esto  enfocado específicamente en los actores y las actrices  extranjeras y en la problemática de no poder conseguir papeles que no sean personajes que te exijan burlarte de vos mismo.  Por ejemplo en una de las entrevistas habla el actor Kal Penn (el que hizo de Kutner en Dr. House) Cuenta que uno de sus primeros papeles fue en la película National Lampoon's Van Wilder donde tuvo que hacer un personaje que se llamaba Taj Mahal Badalandabad. Al principio no quiso aceptarlo, pero después se dio cuenta que los actores indios principiantes no tienen otra opción que empezar por ahí para después intentar hacerse de una carrera. ¿Pero por qué someter a una persona a convertirse en un chiste de sí mismo?
    The Problem With Apu intenta buscar cual es realmente el problema con Apu. ¿Es ser un estereotipo? ¿Es que fue durante mucho años el único "indio"famoso de Estados Unidos? ¿Es que la voz la hace un actor blanco?  ¿Cuál es el problema con Apu? El objetivo principal de Hari Kondabolu no pareciera ser encontrar una respuesta a esas preguntas, más bien que entendamos por lo menos que hay un problema.
    Cuando apareció la noticia del estreno de este documental salieron los superados de siempre al grito de “Uff, hoy por hoy no se puede hacer chistes con nada” “Son todos muy susceptibles” “Esto de lo políticamente correcto está arruinando el humor” Obviamente es fácil decir esto cuando formamos parte del selectísimo grupo mayoritario de los hombresblancosheterosexuales, y la opción de “ponerse en el lugar del otro” no pareciera ser válida. Yo fui uno de los tantos superados que en primera instancia dijo  ”Ya fue, no da quejarse por esto”   Afortunadamente Hari Kondabolu nos habla con humor y sin solemnidad específicamente a los que, por no estar en su lugar, no entendemos la gravedad de su denuncia. De todas formas la que tira la posta de esto que estoy diciendo es la madre del muchacho. Él le muestra unos fragmentos de Los Simpsons y después le pregunta:
    - ¿Por qué crees que ustedes toleran esta clase de cosas más de lo que nosotros lo haríamos?
    - Vinimos aquí y teníamos que triunfar – le contesta la señora - Y no importaba nada más. Eso no significa que no nos sintamos ofendidos por eso.
    - ¿Por qué sienten que nosotros no lo toleramos?
    - Los tiempos cambian. Tú tienes seguridad y perteneces aquí.
    La problemática del racismo o del machismo o de la homofobia existió siempre.  Que hoy se denuncien más casos que antes no significa que son todos y todas oportunistas que quieren un momento de fama. Significa que esas personas ahora son más seguras de si mismas. No seamos tan garcas de quitarles esa seguridad diciendo pelotudeces como “Uy, ya se están quejando de cualquier cosa”
    Les recomiendo muchísimo este documental no solo por lo que mencioné anteriormente sino que también para ver un costado menos amable de Los Simpsons. Mi puntuación es de 1670 sobre 1777.


... thank you come again.


domingo, 14 de enero de 2018

The Florida Project

    Disney World se autoproclamó el lugar más feliz sobre la tierra y nunca nadie se atrevió a contradecirlo. Nadie saltó a decir “No, mentira. El lugar más feliz sobre la tierra es Mar del Plata” Porque aunque Mar del Plata es apodada “La Feliz” no tuvo el egocentrismo de llamarse “La más feliz” Y en cuestiones de marketing ser egocéntrico es una virtud que te puede garantizar el éxito. ¿Miren hasta donde llegó Disney sino? Absorbe cuanta empresa se le cruce y si en algún momento de la historia llega a comprar Mar del Plata ahí si la va a apodar “La playa más feliz”
    En la periferia del lugar más feliz sobre la tierra hay otros lugares donde la felicidad es más una decisión que una condición dada. Son cadenas de albergues baratos y humildes para turistas que no se pueden permitir pagar grandes hoteles, aunque también viven inquilinos que no se pueden dar el lujo de una casa propia. The Florida Project nos cuenta la historia de uno de estos albergues, la disneylandia de los pobres.
    El verdadero atractivo de esta película es conocer cómo funcionan estos lugares  y cómo son las personas que lo habitan. Desde madres solteras que cuidan solas a sus hijos hasta matrimonios que se hospedan ahí por la cercanía con Disney, pasando por el gerente, el dueño del complejo y viejas que hacen toples porque creen que están en Ibiza. Vamos a conocer los conflictos (entiendo yo) típicos del lugar como la prostitución, las drogas, la invasión de pájaros, el no llegar a pagar el alquiler, las quejas de los vecinos, los viejos pedófilos que merodean el lugar, las peleas de borrachos y cosas por el estilo. Todo esto lo vemos a través de los ojos de unos pibitos que viven ahí, especialmente de nuestra protagonista, una tal Brooklynn Prince que interpreta a Moone. Esta chiquita nos va a hacer un visita guiada(*) por todo el complejo como si ese fuese el único Disney World al que puede acceder. Sabe quien vive en cada habitación, sabe dónde esconderse, sabe cómo conseguir helado gratis, sabe cómo manipular a los adultos para conseguir lo que quiere… sabe todo. Y todo lo vive de una forma muy lúdica y aventurera. Pareciera ser que Moone no necesita ir a Disney para estar en el lugar más feliz sobre la tierra. Ella, por ser un infante, entiende que se puede ser feliz con poco, y ese "poco" para ella es todo. Claro que esa fantasía se va a derrumbar cuando crezca y deje de ser tan inocente, cuando sea consciente que todos los días está al borde de quedarse en la calle, cuando se dé cuenta que cada vez que ella se da largo baños de inmersión es porque su madre se está cogiendo a un tipo por plata en la otra habitación porque no encuentra otra salida a su conflicto económico. Pero la película no llega a ese punto, nos permite quedarnos con la sensación de que todo marcha bien para Moone.
    La película no nos regala una mirada optimista. Nos muestra que lo que parece que va a salir mal termina saliendo mal, que a pesar de que están a unas cuadras de diferencia las clases altas ignoran a las clases bajas, y que la meritocracia es una problemática que existe y cada vez se hace más fuerte. Pero Moone no sabe lo que significa meritocracia, ella se divierte escupiendo autos, corriendo debajo de la lluvia y haciendo pedos con las axilas.
    Toda la hostilidad que nos cuenta la película está contrastada por la colorida dirección de arte y fotografía. Es como una mezcla de una película de Sorín y una de Wes Anderson. Y si hablo de contraste tengo que mencionar a Willem Defoe, el actor con la cara más perturbadora haciendo del personaje más tierno y buen tipo. Mi admiración hacia Defoe no para de crecer.
    Siempre me termino cuestionando la hipocresía de estas películas que relatan costados marginales de la sociedad pero que se hacen con el único fin de que te aplaudan de pie en los festivales más millonarios del mundo. Siento que el objetivo del director es decirle a los que van, por ejemplo, al festival de Cannes “Miren de lo que zafamos por haber nacido en familias acomodadas” Aunque capaz que no, capaz que esta película ayuda a concientizar. Nunca lo sabré.
    Mi puntuación es de 1261 sobre 1777.

(*) no literalmente 



sábado, 13 de enero de 2018

Coco

esto no es una crítica
es una opinión larga
seguido de una reflexión incoherente


    Mi tía Martha es una de las personas más de derecha que conozco. Si fuese por ella no existirían ni los negros ni los homosexuales, volvería el servicio militar y Menem sería presidente.  Admira a Guillermo Andino y a Horacio Cabak solo porque son rubios, y siempre me aconsejó que estudiara medicina así me llenaba de guita y que me casara con una chica con plata. Contradictoriamente fue la que más fomentó mi lado artístico. Me llevaba todos los fines de semana al cine, me compró todos los libritos de Mafalda y me incitaba a dibujar y a escribir. Es por estas últimas cosas que hoy por hoy le sigo teniendo cierto tipo de cariño, porque conservo un poco de la imagen que tenía de ella cuando era chico.  Para completar un poco el perfil de mi tía Martha hay que decir que es tan de derecha como depresiva. Un día me cuenta que estuvo tomando unos mates en la casa de una amiga. Le pregunté si la había pasado bien. Y ella me contestó:  Yo no la paso bien en ningún lado. Esa frase la define. 
    Mi tía Martha se convirtió en esas viejas fascistas que odio. En realidad siempre  lo fue pero me llevó un tiempo darme cuenta. Cuando nos juntamos a comer los domingos la tengo que escuchar decir cosas como “A estos negros de mierda hay que ponerlos contra un paredón y cagarlos a tiros” o “Esos son todos unos putos perdidos” o “Que buenmozo que es Macri”. Y mientras la escucho me pregunto: ¿Por qué tengo que pasar tiempo con esta señora? La respuesta que inmediatamente se me aparece es “Porque es mi tía” Pero últimamente esa respuesta ya no me conforma.
    Coco habla de eso mismo. No de mi tía Martha, sino de la familia y de las cosas que nos unen a ella. Esta película nos narra la historia de Miguel, un pibito que es hijo de zapateros, nieto de zapateros, bisnieto de zapateros y tataranieto de zapateros. Fue su tatarabuela la que empezó con el negocio después de que su marido la abandonara para irse a tocar la guitarrita por ahí. Desde ese día ella prohibió la música en su casa y esa costumbre pasó de generación en generación hasta llegar a Miguel, que rechaza esa tradición. Él quiere ser músico como su ídolo, e ídolo del pueblo, un tal Ernesto de la Cruz. Un día (justo el día de los muertos) va a un concurso de talentos a mostrar sus habilidades para el canto y la guitarra pero como no tiene el instrumento se mete en el nicho de Ernesto y le roba la guitarra. Eso hace que, no sé muy bien por qué,  se transporte a la dimensión de los muertos, pero sin estar muerto.  Y si no vuelve al plano de los vivos antes del amanecer se va a quedar ahí para siempre. Para volver necesita la bendición de algún antepasado. Su tatarabuela se ofrece a cambio de que nunca más se dedique a la música. Y como Miguel no acepta tal condición se va a buscar a Ernesto de la Cruz para que sea él quien lo bendiga. Ah… claro, no te dije. Resulta que el tatarabuelo que te dije, ese que se fue por ahí a tocar la guitarrita, es el mismísimo Ernesto. Parece un giro muy telenovelesco, y en cierto punto lo es. No es el único que hay en la película pero, solo por ser generoso, voy a creer que es porque México es la cuna de las grandes telenovelas, y quizás sea un homenaje. O no.  
    En fin…
    A partir de ahí empieza la aventura de Miguel viajando por todo el mundo de los muertos. Se le suma un tal Héctor, un muerto que está a punto de desaparecer porque en el mundo de los vivos ya casi nadie se acuerda de él.  Básicamente la película es eso, con algunas canciones y dos o tres plot twist sacados de María la del Barrio. Pero bueno, las películas de Disney Pixar nunca se caracterizaron por tener vueltas de tuerca  muy jugadas.  Coco respeta con mucha fidelidad el camino del héroe, por eso casi nada llegó a sorprenderme. Aunque hay que tener en cuenta que estas películas están orientadas a un público infantil, a niñatos y niñatas que ni siquiera habían nacido cuando salió Toy Story. Con esto no quiero menospreciar al público infantil, que suelen ser mucho más inteligentes y perceptivos que los adultos. Pero que la película esté pensada para ellos hace que tenga muchas cosas que a mí me resultaron insoportables. Como la  pelea final que no tenía ninguna razón de ser, o el personaje del perro que me rompía los huevos cada vez que aparecía, o la sobreexplicación de la trama.
    De todas formas creo que esos plot twist predecibles o algún que otro deus ex machina(*) o algunas oportunas elipsis están en función del avance de la historia. “El oportunismo justifica el dinamismo” diría un Maquiavelo contemporáneo amante de Pixar. Porque Coco no es lenta, podrá ser predecible, ñoña, repetitiva, lenta… pero nunca una falta de respeto a la cultura mexicana. Creo.
    Por lo que vi y por lo que estuve investigando toda la producción se esforzó bastante en respetar las tradiciones del país y específicamente la tradición del día de los muertos. Esto por lo menos desde mi perspectiva argentina, un mexicano sabrá decirme mejor si es así o no. Pero por lo pronto la estética, la fotografía, los diseños de personajes y vestuarios, la música y los textos  se asemejan a mi imaginario de la cultura mexicana.  Sin embargo hay que tener en cuenta que todo esto lo vemos a través de los ojos de los yanquis. Puede fallar.
    Decir que la animación es excelente es una redundancia cuando hablamos de una película de Pixar. Es claro que van mejorando año a año  y su tecnología es superior a cualquier otra empresa. Obviamente todo el foco está puesto ahí, ese es el fuerte de esta gente. La evolución desde Toy Story a esta parte es notoria, así como también es notorio el avance de meterse en mundos y culturas que no les pertenecen. Pero nada es tan notorio como el estancamiento que tuvieron en cuanto a los guiones. Prácticamente es la misma película de Pixar de siempre. Pero no me interesa tanto analizar esto como el mensaje.
    El mensaje de la película es claro. Tan claro que parece que el director saliera de la pantalla a decirle a los pibes “Respeten a su familia y sigan sus sueños”. Pero fue mientras veía la película en el cine cuando me di cuenta que el mensaje si o si tenía que decirse fuerte y claro. Atrás mío había un nene que no paraba de hablar y de opinar. Cuando Miguel se empieza a escapar de su casa para ir al concurso de talentos desobedeciendo a su Abuela que se lo había prohibido este nene grita “¡No! No te vayas”  No lo pude creer. No me entró en la cabeza. Evidentemente ese nene no estaba entendiendo la película y seguramente creía que Miguel era el villano y la Abuela era la heroína. Entonces era muy necesario que la película le dijera de forma muy clara y casi a los gritos: “tus viejos son unos pelotudos que no entienden nada. Vos tenés que hacer lo que te haga feliz”  Pero Coco no habla solamente de esto.
    Coco habla de muchas cosas, pero especialmente habla de amar a tu familia por sobre todas las cosas. Pero yo lo voy a llevar a un plano más pesimista. Coco habla de amar a tu familia pese a todo, incluso a los que nunca conociste, incluso a los que no te permiten crecer. Estos últimos hacen las cosas que hacen, supuestamente,  creyendo que es lo mejor para vos… ¿Pero es sano empecinarse con una decisión y obligar a tus hijos (o a tus nietos, o a tus sobrinos)  a que sigan tus pasos sin escuchar nunca su opinión y sin replantearte si estás equivocado o no? A Miguel finalmente lo dejan ser músico, pero para convencerlos se tuvo que cruzar al puto inframundo y volver con pruebas precisas que demostraban que todos estaban equivocados. En una versión más realista de esta historia Miguel hubiese terminado agarrando la guitarra y yéndose  a la mierda tal y como hizo su tatarabuelo. Prácticamente la familia lo estaba empujando a que hiciera aquello que nunca quisieron que haga.
    Estoy de acuerdo con la premisa de “amar a tu familia”, pero estoy completamente en contra del “pese a todo”.  A nadie hay que amar pese a todo, esa es una pelotudez que inventó Disney.  Ese "pese a todo" es el que constantemente me hace buscar excusas para seguir tolerando a mi tía Martha. A veces creo que la quiero simplemente porque es mi tía. Pero otras veces porque considero que ella es la única víctima de su filosofía de vida y en cierto punto me da pena.

    Pero volviendo a Coco. Lo más recomendable es verla en el cine y con el doblaje latino, porque es medio raro ver una película sobre México con personajes hablando en inglés. Mi calificación 1457 sobre 1777.

(*) Deus ex machina es un recurso cinematográfico que aprendí viendo Lost. Básicamente significa "un hechicero lo hizo"

jueves, 11 de enero de 2018

Lady Bird

Durante mi infancia, adolescencia y protoadultez cargué con el peso de llamarme Jorge Luis. Los motivos por los cuáles me bautizaron con ese nombre son un poco cuestionables. Mi mamá me contó una vez que me puso así por Borges, sin embargo ella jamás leyó uno de sus libros. Si realmente fue así probablemente lo hizo porque Borges murió un par de meses antes de que yo naciera, no por admiración literaria.  Tener 10 años y llamarse Jorge ya es algo difícil de sobrellevar, pero llamarse Jorge Luis es aún peor. Más teniendo en cuenta que mi mamá se empecinó en usar los dos nombres siempre que me hablaba. Algo que en cierto punto tiene sentido porque por algo le pusiste a tu hijo  dos nombres en vez de uno. De todas formas siempre lo detesté. Su “¡Jorge Luis!” me taladró tanto la cabeza que hasta el día de hoy lo escucho mientras duermo. Bueno, tanto no. Tan traumado no quedé.
    En un extremo completamente opuesto a mi mamá está mi papá. Él jamás me llamó Jorge Luis, jamás me llamó Jorge, jamás me llamó Jor. Él se refería a mi  (y se sigue refiriendo) como “El Nene”.  Apodo que de chico me hacía sentir aún más chico y de grande me hace sentir como un mafioso del conurbano. Ningún extremo me hacía feliz, tampoco los puntos medios. “Jorge” me resultaba un nombre de viejo, específicamente de viejo aburrido.  En la escuela me apodaron "Pina", claramente por mi apellido. Y todo iba bien con ese apodo hasta que un amigo, Casper, me dijo que así se llamaba una vieja que era vecina suya. Evidentemente estaba destinado a llevar un nombre octogenario. Me pregunto si mi personalidad de mi yo adulto se moldeó a partir de mi nombre, si ciertos aspectos de mi inmadurez son producto de esos  “Nene” que me decía mi papá.  Qué hubiese pasado si me llamaba Santiago o Federico. Qué hubiese pasado si me imponía ante mi madre y le pedía que no me llame más Jorge Luis. Qué hubiese pasa si hubiese tenido la creatividad de inventarme un apodo que me haga sentir cómodo. Por ejemplo... no sé... El Laucha.
    Christine se hace llamar Lady Bird porque su nombre no la identifica. La película arranca con esta adolescente que no está conforme con ningún aspecto de su vida, específicamente con el lugar donde vive. Vive en un pueblo muy chico y muy católico que pareciera no brindarle oportunidades para su futuro. Y por lo que entendí su casa queda como en las afueras del pueblo, en  una zona donde vive la gente de clase media tirando a baja (*)  Ella tiene la sensación de que todos están en su contra y que nadie la deja crecer. Con el tiempo irá descubriendo si eso es realmente así o es una paranoia adolescente o un poco de las dos cosas. Apuesto más por lo segundo porque creo que la película nos quiere mostrar específicamente eso... que hay grises.
    En la reseña de Call Me By Your Name expresé mis deseos de tener unos padres como los del protagonista, porque mis padres eran más parecidos a los de esta película. La directora y guionista, una tal Greta Gerwig, nos muestra a los padres de Lady Bird desde la perspectiva de una adolescente rebelde. Pero yo, un hombre adulto que tiene trabajo y barba, pude llegar a ver a mis propios padres desde mi óptica actual y verme a mí mismo reflejado en Lady Bird. Pero por suerte la película no se para en ninguna postura. No es una mirada resentida ni culposa. Es una mirada objetiva para que notemos que estos padres a veces la cagan sin darse cuenta,  y que la rebeldía adolescente no es un capricho sino que es la respuesta a no encajar en ningún lado.
    El guión no se queda en eso solamente, la va llevando a Lady Bird por distintos conflictos. Ninguno muy original, todos ya demasiado vistos en el cine (que la virginidad, que la homosexualidad, que la amistad, que ser pobre, etc) pero ahora con una mirada más siglo XXI y desde el punto de vista de una mujer. Si tuviese que compararla con otra película la compararía con Superbad, pero son muy diferentes. Así que la comparación no tiene sentido.
    No es la mejor película del 2017 pero si tiene, junto con Good Time, uno de los mejores montajes del año. Usa la misma premisa de mostrarnos específicamente lo que necesitamos y no andar con planos fijos de cinco minutos de Lady Bird comiéndose una tarta(**)  La película tiene un montaje adolescente que va al ritmo de las inquietudes de la piba y de ese frenetismo que nos genera querer hacer muchas cosas pero no saber por dónde empezar.  Sumándole todos los paralelismos que generan entre Lady Bird y su madre, y esos montajes terroríficos donde nos muestran cómo funciona una escuela católica y su malévolo régimen adoctrinador. Y me parece que le sobran veinte minutos o media hora. Pero esa es una sensación que tengo con casi todas las películas.
    Lo más criticable de Lady Bird es su condición de olvidable, porque por más que me gustó y la pasé muy bien viéndola seguramente en dos meses no me acuerde de su  existencia. Aunque si la hubiese visto de adolescente me hubiese pegado mucho más, porque como Lady Bird acepté mi nombre ya de grande, incluso le agregué un “Don” al “Jorge” para legalizar más que tengo un nombre de vejete. Aunque investigando en internet descubrí que hubo una proliferación de niños bautizados Jorge Luis entre 1986 y 1987, supongo yo que gracias a Jorge Luis Burruchaga integrante de la selección que salió campeón del mundo en México 86.




(*) Un yanki de clase baja es el equivalente a un argentino de clase media. 
(**) Hablo de la película A Ghost Story, película que me encantó especialmente por ese tipo de planos, porque ahí si tenían que ver con la película. 
(***) No supe donde meter el puntaje así que lo meto acá. Es de 1368 sobre 1777.

El Origen del Paty

Pocas cosas se llevan tan bien como el pan y el paty. Casi tan bien como la menta y el chocolate, o el jamón y el queso, o Thelma y Louise. En los comentarios de la publicación de la película de Capusotto se armó un debate sobre qué es y qué no es un Paty. Viendo que estábamos todos comentando sin saber me puse a investigar. Lo que van a leer a continuación es el resultado de esa investigación. Aclaración: toda la información que reciban gracias al texto no les va a servir para nada en la vida. No les va a servir ni para aprobar materias, ni para conquistar a su interés romántico ni para sobrevivir a una invasión zombie. No pierdan su tiempo y váyanse a hacer otra cosa.


Según datos poco precisos y fuentes poco confiables la primera vez que alguien en el mundo fabricó un medallón de carne picada y lo cocinó fue un tal Gavio Apicio, en Roma en el Siglo I después de Cristo. Pleno Imperio Romano. Aunque también se le adjudica el invento a una tribu nómade de Mongolia que lo cocinó por primera vez allá por el Siglo XII. Pero de nada sirve tanta hipótesis y tantos supuestos cuando fueron los alemanes los que, sin consultarle a nadie, lo bautizaron Hamburg steak, que básicamente era un medallón de carne picada tirada en un plato. Sin pan. Sin aderezos. Sin papas y gaseosa.
    Era inevitable que este invento llegara a Estados Unidos. O quizás Estados Unidos llegó al producto, mató a sus hombres, violó a sus mujeres, se robó su petroleo y se lo llevó para sus tierras. De cualquier manera empezaron a vender este Hamburg steak en diferentes ferias. Pero para no usar su nombre en alemán decidieron bautizarlo Patty. Que te cuento que un día, y no pongo las manos en el fuego por esta información, los feriantes se quedaron sin platos. A alguien se le ocurrió la brillante e innovadora idea de reemplazar el plato por un pan. Y no sé por qué a otra persona se le habrá ocurrido ponerle otro pan arriba. Así nació la hamburguesa yanki, que sería un patty entre dos panes. Entonces... los yankis no inventaron el patty, solamente lo pusieron entre dos panes y fundaron un imperio alrededor de eso.
    Más o menos por la década del cincuenta unos argentinos con buenos ojos para los negocios viajaron para Norteamérica y notaron que se vendía muy bien este patty metido entre dos panes. Ni lentos ni perezosos dijeron "ya fue, nos choreamos la idea y la hacemos en Argentina" Más o menos fue lo mismo que pasó con varios productos televisivos y cinematográficos.
    Estos argentinos se volvieron para acá y montaron su propia empresita de medallones de carne picada y la nombraron Paty (con una sola T). Para que se entienda mejor es como si unos yankis vinieran de visita a Argentina, creyeran que la yerba podría ser un buen negocio en sus tierras, montaran su propia empresa y la bautizaran "Yerbba". No sé si se entiende.
    Como en aquella época Paty era la única empresa distribuidora de medallones de carne picada se volvió popular al toque, y por eso hoy por hoy le decimos Paty a cualquier marca... incluyo al objeto en cuestión. No está mal siempre y cuando entendamos que cuando le decimos Paty le estamos diciendo por su nombre en inglés.
    Este fenómeno tiene un nombre pero ahora no me lo acuerdo. Me refiero al fenómeno de que la marca trascienda el producto. Hay muchos ejemplos más. Decimos cinta Scotch en lugar de cinta adhesiva, Cotonetes en vez de hisopos, Curitas en vez de apósito, Gillette en vez de hoja para afeitar, Liquid Paper en vez de líquido corrector, y así. Lo que está en negrita es en realidad el nombre de la marca más conocida, no el del producto.
    Toda esta información que acá les brindo se vuelve completamente inútil en este siglo donde cualquiera puede buscarlo en Internet y encontrarlo mucho mejor explicado. Pero bueno... algo tengo que hacer para olvidarme que es de noche y hace treinta grados de calor.

 


27: El club de los malditos



    esto no es una crítica
tampoco es una opinión
es una advertencia


Dejar de consumir harinas es un trabajo que requiere compromiso, tanto como para no caer en la tentación como para no trastabillar ante la dificultad. Para los que no saben casi todo lo que se come rápido, fácil y al paso tiene harina. Desde una pizza hasta una inofensiva milanesa.  Después del ensayo de La Obra de Mi Vida tenía una hora para comer antes de la función en el cine. Alguien con una personalidad organizada que está siempre dos pasos adelante se hubiese preparado algo con anterioridad. Yo no soy esa persona y tuve que resolver sobre la marcha. Para eso utilicé mi "comodín", o como lo bautizaron en Cuestión de Peso... EL PERMITIDO.
    Rara vez me manejo entre grises, siempre voy entre el blanco y el negro. Por eso le propuse a Natalia de ir a McDonalds, porque si me voy a meter harina en el cuerpo que venga acompañada de grasa y triquinosis. Me dio un poco de culpa ver como Natalia, aún estando en una casa de hamburguesas, se pidió una ensalada.
    - Yo también podría pedirme una ensalada - pensé - y dejar el permitido para otro momento. Si, voy a hacer exactamente eso. Voy a pedirme una ensalada.
    Pero para cuando terminé de reflexionar ya estaba sentado en la mesa con una Big Mac. Por lo menos tuve la decencia de pedir jugo en vez de gaseosa. Eso habla un poco bien de mi.
    Mientras comía la hamburguesa me iba dando cuenta de la decadencia de McDonalds. El queso, lejos de ser amarillo, tenía un tono fosforescente poco sutil. Y los patys(*) presentaban una sospechosa coloración marrón acompañada de una textura áspera. Igual estaba muy rica, y aunque la disfruté en su momento cuando tragué el último bocado me di cuenta que estaba lleno de culpa. Me tendría que haber pedido una ensalada.
    De todas formas no sentí tanta culpa como después de ver 27: El club de los malditos. Culpa por haber desperdiciado tiempo y dinero en semejante mierda. Pero más culpa aún por haber expuesto a los oyentes del podcast a esta atrocidad. El 2018 recién empieza y aún quedan muchos bodrios por delante, pero estoy seguro que está película va a quedar en el top 10 de las peores.
    27: El club de los malditos arranca con una idea interesante. Plantea que no puede ser casualidad que muchas personalidades famosas del rock hayan muerto a los 27 años. La hipótesis es que hay una conspiración detrás de todo esto. Ponen de ejemplo a Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Winehouse y Sid Vicious. No los nombran directamente sino que dicen, por ejemplo, Janiz Joplin. Esto les podría servir de excusa cuando alguien le diga "Sid Vicious murió a los 21, no a los 27" Porque sino no se entiende como se puede cometer un error tan pelotudo.
    Cuestión que la película arranca con la muerte de un cantante punk que se suicida teniendo 27 años, y justo paseaba por ahí Sofía Gala que filmó todo con un celular con tan buena calidad que si hacías zoom podías ver una sospechosa silueta paseándose por la ventana, lo que le da a entender que no fue un suicidio. Estas pistas llegan al comisario del barrio, Diego Capusotto, que es alcohólico, mal llevado, hincha de racing y un apasionado por cagarse a trompada en los bares. Juntos van a investigar este caso y a descubrir quien está detrás de todo esto.
    Lamentablemente la respuesta es decepcionante y no está a la altura de la pregunta. Creo que la idea le quedó grande al guionista porque no tuvo la suficiente creatividad para desarrollarla y cayó en un lugar común y en una ridiculez. El lugar común es que los rockeros fueron asesinados por un bajista frustrado que fue rechazado por Jim Morrison entonces buscó venganza asesinando otros músicos. La ridiculez es que cada 27 años Saturno da una vuelta a no sé donde y por eso siempre a esa edad te paso algo significativo. ¿Es un chiste? se estarán preguntando. No, no lo es. Lo deja muy en claro Sofía Gala en un explícito monólogo. A medida que la trama avanzaba y se iba desenrollando el misterio mi decepción iba creciendo. Fue como la hamburguesa de McDonalds que minuto a minuto le iba encontrando nuevos defectos pero aún así la seguía comiendo.
     De  27: El club de los malditos no rescato nada. Las actuaciones son espantosas. Empezando por Capusotto, siguiendo con Sofía Gala y terminando con Guillermo Toledo. Por suerte El Polaco aparece dos segundos y lo matan, y Nai Awada dice dos diálogos y la tiran de un auto. Aunque seguramente los peores son los actores que interpretaron a los rockeros famosos mencionados anteriormente, porque además de actuar mal hablaban en un inglés poco creíble. No, seguramente el peor es Yayo que interpreta, escuchate esta, a un científico loco que, no sé como, consiguió los cadáveres de todos los roqueros y, tampoco sé como, los pudo revivir. Todo muy impresentable.

    Si leés esto que estoy escribiendo o si solo viste el trailer podés llegar a pensar que la película es una bizarreada a la altura de The Rocky Horror Picture Show. ¡PERO NO! ¡POR FAVOR NO CREAN ESO! Tenían todo para ser algo así, tenían todo para delirar y hacer un absurdo hermoso. Tenían todo y no aprovecharon nada. ¡NADA! La película queda en un sketch de Peter Capusotto y sus vídeos mal hecho y que dura una hora y media más de lo que tendría que durar.
    No quisiera terminar esto sin resaltar lo lenta que avanza la trama, los efectos especiales malos que no legalizan que son malos y los quieren hacer pasar por buenos, lo poco aprovechada que está la cultura musical argentina al punto que no pusieron a Rodrigo Bueno, el abuso de cámaras lentas... en fin. Si Zack Snyder viviera en Argentina haría películas así.
    Mi placer culposo, además de comer hamburguesas en plena dieta de no harinas, es ver películas malas. Pero no tengo grises, me gustan pésimas(**). Esta cosa no llega a ser muy mala como para pegar la vuelta. Solamente está mal hecha. No gasten un peso para verla en el cine. Mi puntuación 354 sobre 1777.

(*) Siempre pensé que decirle Paty al medallón de carne que va entre dos panes era una costumbre nacional. Mi amigo el Facha, oriundo de Rosario, me hizo notar que mi pensamiento era muy unitario. No sé como le dirán en otras provincias, me olvidé de preguntarle. 
(**) Al principio iba a poner "Pero no tengo grises, me gustan malas malas malas" Después decidí cambiar por PÉSIMA. Ahí me di cuenta que PÉSIMA = MALA x 3.

miércoles, 10 de enero de 2018

Three billboards outside Ebbing Missouri

esto no es una crítica
es un recordatorio para el Jorge del futuro
Sepan disculpa la redacción vergonzosa 


    Three billboards outside Ebbing Missouri, que nombre de mierda. No me lo pude aprender hasta que no terminé de ver la película. Y aún así tampoco me sale escribirlo. Mucho menos pronunciarlo. Para buscar algo de la película tenía que poner en Google "Woody Harrelson película 2017" y ahí con suerte aparecía el nombre. Gracias a esta retorcida forma de buscar aprendí muchas cosas sobre la vida de Woody (Harrelson, no Allen) Me enteré que es vegano, que está a favor la la legalización de la marihuana, que no come comida cocinada(*) y que un día lo metieron preso por cultivar marihuana pero después se descubrió que en realidad estaba cultivando cáñamo como un experimento para demostrar que la ley es estúpida. No hace falta ningún experimento para demostrar eso.
    En fin.
    Al final pude bajarla y verla. Three billboards outside Ebbing Missouri (copio y pego cada vez que tengo que escribir el nombre) nos cuenta la historia de una mujer, Frances McDormand, que perdió a su hija a manos de un violador. Siete meses después la policía sigue sin encontrar al culpable y pareciera no tener intensiones de hacerlo. Cansada de la inoperancia policial pone al costado de la ruta tres carteles gigantes. Uno dice "¿Todavía no hay arrestos?", otro dice "¿Qué pasa, jefe Willoughby?" Y, finalmente, "La violaron mientras moría". Esto va desmembrando varias historias de los habitantes del pueblito ese. Por un lado la del tal Jefe Willoughby (interpretado por el vegano Harrelson) que es el jefe de la policía y que según él ya no hay formas de avanzar con el caso. Y además tiene cáncer. La historia de Sam Rockwell, un policía racista que vive con la madre. Y la historia del pueblo en general que toma diferentes posturas: #TeamSeñora o #TeamPolicía.
    Aunque la película intenta plantearte objetivamente esas dos posturas es imposible no ponerse en el #TeamSeñora. A la mujer le mataron (y violaron) una hija y el culpable sigue sin aparecer, y desde su perspectiva la policía no está haciendo nada. Su escrache es válido pero empezamos a dudar cuando conocemos un poco a Woody, que pareciera ser un tipo honesto y muy sincero cuando le dice que la investigación está trabada y que ya hicieron todo lo posible, pero volvemos a dudar cuando somos testigos de lo impresentables que son en la comisaría. Y seguimos dudando cuando el cáncer de Woody avanza. Pero después nos enteramos que la Señora no era tan buena madre antes de que su hija muriera como lo es con ella ya muerta. Después se siguen presentando argumentos y se siguen presentando dudas. Con todo esto se nos despierta una doble moral que es lo que más destaco de control C control V Three billboards outside Ebbing Missouri. Y en el medio de este debate moralista, de esta guerra civil entre los civiles y la policía, se pierde, intencionalmente, el foco de lo realmente importante: la chica sigue muerta y el culpable sigue libre.
    Alejándonos un poco de lo argumental creo que el tono que se eligió para narrar la película fomenta esta doble moral que mencioné antes. La tragedia es atravesada por la comedia en los momentos más inoportunos (inoportunos para la situación, no para para la película) y al principio tardé en entender por qué el director metía chistes malos en situaciones tensas, pero ya para la mitad entendí que no es que los chistes eran malos sino que el drama rural estaba atravesado por una comedia dominguera para crear un retorcido humor negro que hacia que me pregunte "¿Está bien qué me ría con esto? Pongo un ejemplo: en una parte la Señora está charlando con el ex marido (a quien ya se lo había acusado de violento) y en un momento el tipo revolea la mesa a la mierda,agarra a la Señora del cuello y la estampa contra la pared. Después aparece el hijo de ambos y le pone un cuchillo en el cuello al tipo para que suelte a la madre. A este cuadro de violencia de género y familia disfuncional se le suma la novia nueva del tipo (una especie de Jillian, la novia rubia de Bryan en Padre de Familia) y todos se quedan paralizados cuando la ven y ella dice que solo quería ir al baño. Esta estructura cómica la vimos miles de veces, pero acá el remate del chiste (que sería la chica presenciando la situación) no viene después de una narrativa humorística, todo lo contrario. Es ahí donde el tono se vuelve no solo interesante, también se vuelve fundamental para el relato. Y no quiero que se confunda esto que digo con un alivio cómico, porque no va por ahí. Aunque capaz que si y yo estoy diciendo cualquier cosa.
    Otra cosa fundamental para que todo ese ir y venir sea verosímil son las actuaciones de Frances McDormand, Sam Rockwell y Woody Harrelson. También hay que destacar la breve participación de Caleb Landry Jones (el hermano racista de Get Out) y la aún más breve y más participación de Tyrion Lannister, que me lleva a la conclusión que hoy por hoy es el único enano disponible en Hollywood.
    Hay ciertos aspectos que no me gustaron (y que incluso me parecieron una cagada) como oportunismo del guión para que la trama avance o un flashback desubicado o un ciervo mal hecho que me remitió al de The Walking Dead. Pero son detalles que no opacan la película, lo más importante es aceptar el tono que propone el director. Si no comprás eso seguramente la película no te va a gustar. En resumen, le voy a poner un 1581 sobre 1777.

(*) no es que come comida cruda. Como comida que no necesite cocción... como un tomate o una pera. 
   

martes, 9 de enero de 2018

Good Time



   ... esto no es un crítica.
... es una opinión egocéntrica que oficia de ayuda memoria


 La computadora no tiene ni dos meses y ya me está andando mal. Tiene sus buenos momentos donde va todo rápido y normal, donde somos felices y siento que somos el uno para el otro. Pero cada tanto todos los programas me dejan de responder, me ignoran, me rechazan.  A la noche se apagó sola, como si se hubiese ido sin avisar y dando un portazo. La volví a prender… y no prendía. Arrancaba, si. Solo el logo de la marca y después la pantalla se quedaba en negro. Reinicié un par de veces y siempre pasaba lo mismo. La computadora estaba ahí pero no me dirigía la palabra. Ni siquiera me miraba. Unos minutos después volvió a la normalidad. Me perdonó y yo la perdoné. Aún está en periodo de garantía, debería llevarla para que me la arreglen. Pero me da muchísima paja. Llevarla a arreglar significa desconectar todo, meter las cosas en una caja, buscar la garantía, llevarla hasta el técnico y dejarla ahí andá a saber cuánto tiempo. No tengo ganas. Me aferro a la esperanza de que esta situación no se vuelva a repetir.
    Cuando finalmente prendió me encontré con otra mala noticia. Internet se volvió a cortar. Otra vez. El cuerpo se me llenó de ira, indignación y desesperación.  Tuve ganas de destrozar toda mi casa como Tommy Weasu en The Room. Tuve ganas de ir con una antorcha hasta la central de Fibertel y prenderla fuego.
    No lo hice.
    Inhalé.
    Exhalé.
    Y me rendí. No hay nada que hacer. Internet volverá cuando tenga que volver y se cortará de nuevo cuando se tenga que cortar. Me tendré que acostumbrar a eso. Todos nos  tendremos que acostumbrar a lo mismo.
    Mis planes para esta noche eran ver Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, pero no la tenía bajada. Por suerte tenía otra película perdida por ahí que de no ser por el corte abrupto de internet no la hubiese visto nunca. Así que gracias al ineficiente servicio de Fibertel vi la mejor película del 2017.
    Good Time nos cuenta la historia de dos hermanos que asaltan un banco  pero en la fuga atrapan a uno de ellos. Cuestión que el otro va a estar casi toda la película intentando sacarlo. Y ese “casi toda la película” ocurre en una sola noche. Y ahí está el primer punto interesante que nos ofrecen, mostrarnos una noche eterna desde el punto de vista de un hombre desesperado por sacar a su hermano de la cárcel y dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirlo. Enumerar las cosas que hace seria arruinarles la película, porque ahí está el segundo punto interesante, los giros argumentales. La película está tan perdida como el protagonista, en ningún momento tienen en claro hacia dónde quieren ir y cuando parece que encuentran el rumbo pegan un volantazo y se van para el otro lado.  El protagonista no sabe qué hacer y va improvisando sobre la marcha, y el director se las ingenió para que los espectadores tengamos esa misma sensación. La sensación de no saber qué va a pasar. Y acá mecho  con el tercer punto interesante, la cámara en mano. Siempre me gustaron las películas  filmadas con cámara en mano, siento que soy parte de la película y no que estoy mirando a través de una ventana. No quiero ser absolutista con esto porque no siempre la cámara en mano funciona bien y no siempre los planos fijos te dejan afuera. Acá funciona perfectamente porque llegás a sentir el mismo vértigo  y la misma adrenalina que el protagonista. Y ese es el cuarto punto interesante, el protagonista.
    Casi en la mitad de la película Natalia me pregunta:
    - ¿Ese es el de Crepúsculo?
    Me incorporo (porque estaba tirado en la cama) agudizo un poco mi vista y… efectivamente era el muchacho de Crepúsculo. Mucho más flaco y demacrado, supongo yo que para interpretar a este personaje. Creo que nunca lo vi actuar más allá de Crepúsculo y si me preguntaban no daba dos pesos por ese pibe. Acá me cerró el orto. Si bien no es una actuación tan versátil o virtuosa como otras que ya mencioné en este blog, es una actuación minimalista para que entiendas, justifiques y compartas todo lo que está haciendo. Hace lo necesario para que la película funcione.
    Si tuviera que destacar un quinto punto destaco el montaje, que se adapta a la vorágine del guión. En oposición a Call Me By Your Name donde el montaje es lento y tenemos que ver como los protagonistas se alejan y se alejan y se alejan hasta que se pierden en el horizonte, Good Time nos muestra lo que la historia necesita.  A veces quizás exageran en los cortes y no nos termina de quedar claro por qué tal personaje se unió a la aventura o cómo hicieron para ir de tal punto a tal otro. Pero en esta película no importa mucho el recorrido sino el destino.
    La mejor película del 2017 y una de las mejores del milenio. Mi puntuación 1604 sobre 1777.