En un extremo completamente opuesto a mi mamá está mi papá. Él jamás me llamó Jorge Luis, jamás me llamó Jorge, jamás me llamó Jor. Él se refería a mi (y se sigue refiriendo) como “El Nene”. Apodo que de chico me hacía sentir aún más chico y de grande me hace sentir como un mafioso del conurbano. Ningún extremo me hacía feliz, tampoco los puntos medios. “Jorge” me resultaba un nombre de viejo, específicamente de viejo aburrido. En la escuela me apodaron "Pina", claramente por mi apellido. Y todo iba bien con ese apodo hasta que un amigo, Casper, me dijo que así se llamaba una vieja que era vecina suya. Evidentemente estaba destinado a llevar un nombre octogenario. Me pregunto si mi personalidad de mi yo adulto se moldeó a partir de mi nombre, si ciertos aspectos de mi inmadurez son producto de esos “Nene” que me decía mi papá. Qué hubiese pasado si me llamaba Santiago o Federico. Qué hubiese pasado si me imponía ante mi madre y le pedía que no me llame más Jorge Luis. Qué hubiese pasa si hubiese tenido la creatividad de inventarme un apodo que me haga sentir cómodo. Por ejemplo... no sé... El Laucha.
Christine se hace llamar Lady Bird porque su nombre no la identifica. La película arranca con esta adolescente que no está conforme con ningún aspecto de su vida, específicamente con el lugar donde vive. Vive en un pueblo muy chico y muy católico que pareciera no brindarle oportunidades para su futuro. Y por lo que entendí su casa queda como en las afueras del pueblo, en una zona donde vive la gente de clase media tirando a baja (*) Ella tiene la sensación de que todos están en su contra y que nadie la deja crecer. Con el tiempo irá descubriendo si eso es realmente así o es una paranoia adolescente o un poco de las dos cosas. Apuesto más por lo segundo porque creo que la película nos quiere mostrar específicamente eso... que hay grises.
En la reseña de Call Me By Your Name expresé mis deseos de tener unos padres como los del protagonista, porque mis padres eran más parecidos a los de esta película. La directora y guionista, una tal Greta Gerwig, nos muestra a los padres de Lady Bird desde la perspectiva de una adolescente rebelde. Pero yo, un hombre adulto que tiene trabajo y barba, pude llegar a ver a mis propios padres desde mi óptica actual y verme a mí mismo reflejado en Lady Bird. Pero por suerte la película no se para en ninguna postura. No es una mirada resentida ni culposa. Es una mirada objetiva para que notemos que estos padres a veces la cagan sin darse cuenta, y que la rebeldía adolescente no es un capricho sino que es la respuesta a no encajar en ningún lado.
El guión no se queda en eso solamente, la va llevando a Lady Bird por distintos conflictos. Ninguno muy original, todos ya demasiado vistos en el cine (que la virginidad, que la homosexualidad, que la amistad, que ser pobre, etc) pero ahora con una mirada más siglo XXI y desde el punto de vista de una mujer. Si tuviese que compararla con otra película la compararía con Superbad, pero son muy diferentes. Así que la comparación no tiene sentido.
No es la mejor película del 2017 pero si tiene, junto con Good Time, uno de los mejores montajes del año. Usa la misma premisa de mostrarnos específicamente lo que necesitamos y no andar con planos fijos de cinco minutos de Lady Bird comiéndose una tarta(**) La película tiene un montaje adolescente que va al ritmo de las inquietudes de la piba y de ese frenetismo que nos genera querer hacer muchas cosas pero no saber por dónde empezar. Sumándole todos los paralelismos que generan entre Lady Bird y su madre, y esos montajes terroríficos donde nos muestran cómo funciona una escuela católica y su malévolo régimen adoctrinador. Y me parece que le sobran veinte minutos o media hora. Pero esa es una sensación que tengo con casi todas las películas.
Lo más criticable de Lady Bird es su condición de olvidable, porque por más que me gustó y la pasé muy bien viéndola seguramente en dos meses no me acuerde de su existencia. Aunque si la hubiese visto de adolescente me hubiese pegado mucho más, porque como Lady Bird acepté mi nombre ya de grande, incluso le agregué un “Don” al “Jorge” para legalizar más que tengo un nombre de vejete. Aunque investigando en internet descubrí que hubo una proliferación de niños bautizados Jorge Luis entre 1986 y 1987, supongo yo que gracias a Jorge Luis Burruchaga integrante de la selección que salió campeón del mundo en México 86.
(*) Un yanki de clase baja es el equivalente a un argentino de clase media.
(**) Hablo de la película A Ghost Story, película que me encantó especialmente por ese tipo de planos, porque ahí si tenían que ver con la película.
(***) No supe donde meter el puntaje así que lo meto acá. Es de 1368 sobre 1777.